Capítulo 13

Escribe Rita del Prado

Mi querido Juan:

La emoción de este viaje ha tenido tantos colores variados, que quisiera atraparlos todos en la memoria para siempre; por eso no ceso de anotar y guardar pequeños objetos, recuerdos, fotos, canciones, sabores y palabras. Está llegado a su final este cuento viajero y siento un poco de nostalgia por algo tan mágico que casi va a terminar, y la nostalgia se mezcla con el asombro por todo lo hallado y con mucha gratitud por todo lo aprendido.

Te cuento: Como estaba anteriormente en la isla de Puerto Rico, tan cerca de esta otra isla donde ahora me encuentro, decidí cruzar de una a otra por el azulísimo Mar de las Antillas en un barco de papel, recordando el hermoso poema de Nicolás Guillén, Poeta Nacional de Cuba, porque es en Cuba donde estoy justo en este momento, desde donde te escribo.
Te confieso que lo primero que pensé al llegar al puerto de La Habana y pisar tierra es que las corrientes marinas me habían devuelto a San Juan…y que estaba otra vez en Puerto Rico, porque todo era muy parecido...la gente, el modo de hablar, la música, las fortalezas…

Pero no me quedó dudas de estar en La Habana, Cuba, cuando de pronto allí en la Avenida del Puerto todavía en La Ciudad Vieja apareció un gato delgaducho de ojos grandes y curiosos... Tal vez el único gato del mundo al que le han podido poner un cascabel y va anunciando su presencia con sonidos alegres por todas partes. De inmediato lo reconocí.
-¿Vos? ¿El famoso Gatico Vinagrito, el de la canción de Teresita Fernández? Pregunté con emoción.
-El mismo— respondió con gatuna picardía— “Yo estaba en un cartucho cuando ella me recogió... me dio un plato de leche y me puse tan feliz que metía los bigotes las patas y la nariz”... Ella me bautizó Vinagrito…ocurrencias de la Tere...
¡Qué gato tan conversador, querido Juan! Se nota que fue criado por Teresita Fernández, la maestra cubana, que enseñaba cantando y pasaba muchas horas hablando sobre diversos temas interesantes y divertidos, siempre con mucha gente alrededor escuchándola y yo me distraje tanto con la charla de Vinagrito que casi se me olvida preguntarle si quedaba muy lejos el sitio donde ocurrió el primero de todos los encuentros. Enseguida respondió:
-Caminando por la Avenida del Puerto rumbo al oeste pasaremos por al Castillo de San Salvador de La Punta que está frente al Castillo de los Tres Reyes del Morro. Ambos castillos están cuidando la entrada a La Bahía desde finales del siglo XVI…

¡Qué gato tan ilustrado, querido Juan! Se nota que en casa de Teresita siempre hubo libros al alcance de todos, hasta de los gatos. Vinagrito continuó su explicación:
—…Y si seguimos bordeando todo el malecón habanero, siempre rumbo al oeste, en menos de una hora llegamos a La Casa de las Américas. Allí ocurrió el primer Encuentro de la Canción Infantil Latinoamericana y Caribeña... ¡Claro, eso ya fue en el siglo XX en noviembre de 1994!
¡Qué buena memoria la de este gato, querida Juan! De inmediato me invitó a seguir camino.
—Como el atardecer está lindo—observó Vinagrito—…y el mar tranquilo, sin oleaje, podemos ir caminando; yo iré por el muro del malecón y tú por la anchísima acera. ¡Creo que será un buen paseo con un lindo destino! ¿Te parece bien? —Preguntó el gato.
—¡Buenísimo! — le respondí sin dudar.
Y fuimos caminando siempre rumbo al oeste, encontrándonos con muchos habitantes de La Habana y también de otras provincias que estaban de paso por la capital.
Todas las personas en Cuba, tengan la edad que tengan, se saben la canción de Vinagrito y al pasar se la cantaban a manera de saludo:

" Yo le puse Vinagrito
por estar feo y flaquito
pero tanto lo cuidé
que parece Vinagrito
un gatico de papel..."

Vinagrito respondía a todos el saludo, completando la estrofa con “cuatro miaus —con cascabel”. Seguimos caminando siempre rumbo al oeste. Las nubes de la tarde tenían un color entre sonrosado y color fuego y parecían derramarse lentamente sobre el horizonte… había muchas personas sentadas en el muro del malecón conversando con tranquilidad, o parejas enamorándose o pescadores con su caña de pescar, esperando con toda paciencia.
Un poco más allá, en un momento del camino, por indicación de tan bien orientado gatico cruzamos la avenida del malecón y abordamos una esquina ocupada por una construcción peculiar con líneas verticales dispuestas de modo que parecían alcanzar el cielo despejado.
En la fachada, a relieve, la figura de las Américas, y más arriba en lo más alto, como en una especie de torre, un reloj.

-Hemos llegado— aseguró Vinagrito, deteniéndose.
-¿Aquí ocurrió el Primer Encuentro? Pregunté alzando vista para recorrer la edificación con la mirada.
-Aquí mismo fue donde nació el Movimiento de la Canción Infantil Latinoamericana y Caribeña. Este es el punto de partida de muchos caminos que se entrecruzaron después a lo largo de los años. Teresita Fernández siempre me contaba que fue un lindísimo encuentro donde se juntaron artistas, cantantes, creadores de canciones para la infancia procedentes de Colombia, Venezuela, México, Chile, Argentina y Cuba. Me contaba Tere que después de la programación cotidiana se iban de noche al malecón a cantar canciones de sus respectivas regiones. Después con los años se sumaron otros países y se han seguido encontrando en un país diferente cada dos años.
-Claro eso lo sé, acabo de visitar Puerto Rico, donde están preparando el próximo encuentro que es el número 15— Dije para demostrar que también yo tenía buena información…
-y sé además que de aquí de Cuba participarán artistas de La Habana, Pinar del Río, Matanzas, Cienfuegos, Santa Clara, Las Tunas, Holguín…

Por un momento pensé, mi querido Juan, que esta vez iba a dejar al sabelotodo gatico asombrado por mis conocimientos sobre regiones de Cuba, porque estuvo un rato callado mirándome con sus grandes ojos hasta que me preguntó:
-¿Entonces ya viajaste a todos esos lugares en guarandinga?
Y no me quedó más remedio que reconocer que no sabía de qué hablaba.
-¿Qué es una guarandinga, querido Vinagrito?
-Es un transporte de las zonas rurales, mitad tractor y la otra mitad camión o guagua que lleva varios pasajeros por las montañas, pero puedes encontrarlas de pronto en cualquier avenida de cualquier ciudad.

 Y ahora mismo, mi querido Juan, créeme que tengo delante de mí una guarandinga detenida con el motor en marcha llena de gente alborotada y vivaracha asomada a las ventanillas, hablando todos a la vez, invitándome a subir para recorrer Cuba, así que guardo la nostalgia para otro momento, saco al aire la ilusión de un nuevo viaje, y me subo junto a Vinagrito a esta especie de alfombra mágica- mecánica. Prometo que te contaré sobre esta aventura en persona a mi regreso a la Argentina. Prepará el mate.
¡Chau! Un abrazo, Ema.

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