GUATEMALA

Escribe Ethel Batres

Querido Juan:
De un salto, ahora he llegado a Centro América. Estoy en Guatemala y hemos aterrizado en el aeropuerto de Flores, en Petén. Me están esperando mis amigos Ángel y Esperanza, ya veo sus caritas felices al reconocerme. ¿Sabes a dónde vamos? Directo a Tikal, la Ciudad de los Susurros.
Ángel y Esperanza son tan dulces y me saludan con tanto cariño que siento conocerlos de toda la vida. Ahora mismo me han traído botellitas con refresco de tamarindo, “cremitas” y dulces de cardamomo para que vayamos compartiendo en el camino. También llevamos bollos de chaya, que son una especie de tamalitos de masa y una deliciosa planta local, los cuales nos darán fuerza para aguantar el camino. Nos adentraremos en la selva, para descubrir los grandes monumentos que allí emergen, y que son las ruinas de las ciudades que el pueblo maya clásico construyó.

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 En el camino recuerdo un programa que ví en la televisión y les pregunto:
─ ¿Por qué desaparecieron los mayas? ¿Es cierto que se los llevaron los extraterrestres?...
Ellos se ven entre sí, con una mirada cómplice y una sonrisa benévola hacia mi persona. Luego me dicen:
─ Los mayas nunca se fueron… ahora hablan k´ekchí. Pronto lo entenderás.
Quedo desconcertada con su respuesta, pero hay tanto que ver, que dejaré las preguntas para después. Ahora veo un rótulo que dice: ¡Precaución, paso de venados!, y tiene el dibujo de un venadito… lo cual me da mucha emoción. Ojalá pase uno…. ¡y sí!, aparece, y el conductor del autobús en el que vamos debe detenerse de golpe, para permitir que pase a toda velocidad. Más adelante, una bandada de pájaros de distintos colores sale alzando el vuelo, y desde la orilla del camino ahora puedo ver unas zorras pequeñitas y plateadas (la zorrita del Petén, le llaman), y unos animales con una trompa larga y divertida que se llaman “pizotes”.

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 Llegamos a la entrada del Parque Nacional. Mis amigos conocen perfectamente el camino, pues son guías de turismo, y empezamos a caminar. Hay árboles gigantes, con troncos que no lograrían ser abrazados por un grupo de 10 personas… esos árboles se llaman ceibas, y son el árbol nacional de Guatemala. Las ceibas son árboles enormes, que brindan una deliciosa sombra y por momentos tapan el sol. Por eso, en el mundo maya se considera un árbol sagrado, cuyas ramas altas tocan el cielo, y sus raíces penetran a lo profundo de la tierra. El cielo, el mundo y el inframundo se consideran comunicados por un solo árbol.

 Caminamos por un sendero de tierra, a cuyos lados van apareciendo poco a poco las “estelas”, las cuales son monumentos verticales de piedra. Cada una está esculpida con rostros, figuras humanas, figuras de animales y distintos glifos. Los glifos son signos de escritura, los cuales no han logrado ser descifrados totalmente, pero sí en gran cantidad. Por eso sabemos mucho de la historia. Ángel y Esperanza me cuentan sobre las plantas que nos rodean, me muestran los animales que nos acompañan y me explican sobre los principales glifos y su significado. Esperanza me muestra los dibujos de su blusa, la cual tiene un nombre especial: es un güipil maya, el cual ha sido bordado por su abuela. Me dice que, si pongo atención, voy a descubrir los signos que tiene en alguna de las estelas. Esto me intriga y voy viendo en cada monumento los signos, para tratar de encontrarlos después en la ropa de mi amiga. 3 glifos
Ahora hay un trecho de mucha vegetación, es como si una montaña de árboles apareciera frente a nosotros y hay muchas lianas y bejucos que nos rodean. ¡Me emociona ver tanto verde! Y mis guías me indican:

 ─ Llegamos al Mundo Perdido. Aquí está la pirámide más alta, así que subiremos en este mismo instante.
Ellos inician la subida de la escalinata con una rapidez increíble. Yo apenas puedo seguirlos… y vamos para arriba y para arriba. No caminamos directamente sobre la piedra del templo maya, que es una gigantesca pirámide. Caminamos sobre una estructura de madera elaborada para que los turistas puedan subir, sin dañar el edificio original. Después de un buen rato de esfuerzo, ya casi agotada, llegamos a la parte alta en donde allí sí nos podemos sentar sobre la propia pirámide. El paisaje es increíble: son varias hectáreas de árboles y árboles, todo verde, como un mar de vegetación y naturaleza…. Nuestros ojos empiezan a tomar el color verde de la selva, un verde con diferentes matices: más claro, más oscuro, con leves manchas cafés, con fragmentos amarillos, pero todo en un conjunto fantástico…. Mis amigos me comentan que una producción emblemática del cine se filmó aquí: La guerra de las galaxias. Y entonces recuerdo que sí… antes de la batalla final sale un mundo lleno de vegetación… ¡Y es nada menos que Tikal!

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El aire se respira con un aroma de pureza increíble, y si cierras los ojos, puedes escuchar la auténtica Sinfonía de la Selva: suenan las chicharras, los tucures, pájaros diversos -agudos, graves, fuertes, suaves, sincopados, alocados, tranquilos, unos casi sinfónicos, otros totalmente desafinados-, y ahora puedo oír también al mono araña, al mono saraguate, y cuando todos hacemos silencio absoluto…. desde el rincón más alejado se escucha como un trueno fuertísimo el rugir del famoso tigre o puma americano. Uno de los felinos más grandes y sorprendentes de la selva.

 Nos quedamos un rato estáticos, deslumbrados por el contraste entre lo verde que nos circunda y la imponencia de la pirámide. Mis amigos me dicen:
─ ¡Falta mucho más!, vamos….!!
No puedo creerlo y empezamos el descenso, el cual es divertidísimo: vas bajando las gradas con una rapidez inmensa, sientes que puedes caer, pero algo te detiene… y así llegamos nuevamente al sendero. Caminamos con rapidez y alegría, cada cierto tiempo levantamos la vista para ver el sol, y agradecemos por esos rayitos hermosos que nos abrasan poderosamente.
Damos vuelta después de unos árboles gigantes y quedo petrificada de la impresión: ¡Rascacielos en la selva!, hemos llegado a la Acrópolis central de Tikal. Aquí están cuatro pirámides juntas, y entre ellas: El gran jaguar. Desde la cima de ésta, el antiguo sacerdote principal, hablaba y cantaba. Todo el pueblo lo podía escuchar, porque los arquitectos que construyeron la ciudad, previeron que hubiera una acústica perfecta. Lo que tú dices, a media voz arriba, lo puedes escuchar perfectamente abajo. Por eso, también puedes escuchar todos los susurros de las personas, de los animales, del viento… es una ciudad música y sonora…. Eso significa su nombre. Tikal: Ciudad de los Susurros… Y el color que nos rodea, es el nombre del país en el que nos encontramos: Guatemala, que significa: Tierra de verdes bosques.
Quedo con la boca abierta durante un momento…. Y Ángel me dice:
─ ¡Ya puedes cerrarla!, mejor la abres en el restaurante.

Y nos vamos a comer a un hermoso rancho gigante, en el que nos han preparado la deliciosa “carne de monte”: gallinas criollas, tepezcuintle de granja (porque es prohibido comer a los tepezcuintles silvestres, para evitar su extinción), armadillo y venadito (todos de granja); refrescos naturales de horchata, rosa de Jamaica y tamarindo, y todo acompañado de tortillas de maíz y chile chiltepe, el cual lo puedes colocar en la medida en que tu paladar aguante lo picante….
Ángel y Esperanza le ponen muchísimo chile, y se ríen dulcemente de mí, porque estoy sufriendo con el chile. Ofrecen traerme agua pura, si acaso siento que pica demasiado.
Ahora que estamos sentados veo a otras jóvenes con blusas similares a la de Esperanza, y observo también algunos glifos en las blusas. Entonces, me doy cuenta de que estoy rodeada por el sonido de un idioma que no entiendo, pero en el que mis amigos hablan perfectamente: el k´ekchí, uno de los 22 idiomas mayas que se hablan en Guatemala. Ellos, con varias personas de la localidad se están comunicando y me traducen. Me cuentan que pronto habrá una ceremonia maya, para pedir bienestar por las cosechas de la región y me invitan a acompañarlos.

5 tamboron Voy con profundo respeto, escucho la musicalidad del idioma k´ekchí y observo el ritmo con el que el incensario esparce un aroma delicioso llamado “pom”. Han llegado varios músicos: uno toca el tamborón (que es un tambor gigante, como su nombre te lo indica), un xul, que es una flauta de caña y desde lejos vienen llegando varios músicos que cargan un instrumento grandísimo, que se llama marimba y se toca colectivamente, percutiendo con unas baquetas. Todos escuchan por momentos, pero también participan rezando o cantando, veo en sus ojos la sinceridad de una plegaria y el convencimiento de que habrá buenas cosechas. Después, ellos entregan mazorcas de maíz al sacerdote maya, quien las pone en un altar, acompañadas de velas encendidas. Hay mucha unión entre la naturaleza, las personas y la fe. Así, siento profundamente que estoy rodeada de algo hermoso, y terminamos todos dándonos un abrazo y sonriendo, mientras la música se escucha y vamos poco a poco bailando el son.
Al concluir, nos despedimos del grupo grande y empezamos a caminar hacia el autobús. Conversamos un rato más y mis amigos me indican que pasaremos a dar un paseo en lancha por el Lago de Flores, y luego iremos a la estación, en donde nos despediremos, porque otra amiga me recibirá en la ciudad de Guatemala. Al despedirnos, ellos me hablan en k´ekchí, me enseñan a decir “hasta pronto” y me recuerdan:

─ Los mayas no construyeron ruinas, ellos hicieron grandes ciudades, las ruinas las hizo el tiempo; los mayas no desaparecieron, ellos nunca se fueron… los encontrarás hablando kekchí, los conocerás por los apellidos que guardan su linaje, y los admirarás cubiertos con la historia, la cual está escrita en sus trajes, en sus tejidos.
Quedo asombrada con una cultura viva que tiene tres mil años de antigüedad. Ahora comprendo un poco más, y nos abrazamos. Me dan una bolsita con tamalitos de chipilín: para que disfrute durante el viaje me dicen. Y Esperanza me regala una bolsita que ella misma ha tejido, en telar de cintura, con innumerables colores. ¡Me encanta!
Ahora viene el autobús, subo rápidamente y coloco los obsequios junto a mí. Nos despedimos y al cerrar los ojos, veo nuevamente ese verde colorido rodeando los edificios en medio de la selva. Mis oídos se abren un poco, y atrás de mi escucho a unos niños hablar en idioma maya.

Doy vuelta en el sillón, y les pregunto:
─ ¿Hablan k´ekchí?
Y ellos responden:
─ Hablamos k´ekchí, kich´e y español. ¿En cuál de los tres querés platicar?
Yo sonrío y les digo:
─ ¿Creen que logre aprender algunas palabras antes de llegar a la ciudad capital? Y
Ellos dicen:
─ Pues como son ocho horas de viaje… ¡Seguro vas a aprender bastante!
¡Sakarik!, Sakarik…
Y me enseñan esta canción:
Sakarik, sakarik, sakarik, wachalal
Sakarik, sakarik, sakarik, gonojel,
Sakarik, sakarik, sakarik, wachalal,
Sakarik, gonojel.

Xpe-riq´ij, xpe-riq-ij, wachalal
Xpe-riq´ij, xpe´riq-ij, gonojel,
Xpe-riq-ij.

La canción nos dice esta idea: “Buenos días, buenos días a todos. Buenos días, buenos días, unidos.” Y está en idioma maya kiché´.
Reímos y conversamos mucho todo el tiempo, nos despedimos al llegar a la ciudad de Guatemala, donde me reciben David y Marisol, quienes me sorprenden porque traen pelotas y están haciendo malabares.
Hemos viajado toda la noche y tengo mucha hambre. Mis amigos me cuentan muchas cosas interesantes mientras comemos el desayuno tradicional, que es muy grande: jugo de naranja, huevos, frijoles, mosh (avena), plátanos fritos, crema, queso, café y pan. Les comento que vengo impresionada porque los niños del autobús son trilingües. Ellos me cuentan que eso es común en Guatemala: hay muchas personas que hablan el idioma español, que es el vehículo oficial de comunicación, y también hablan uno o dos idiomas mayas. Muchas escuelas, sin embargo, enseñan los idiomas español e inglés. También me explican que Guatemala es un país constituido por cuatro grupos humanos: los mayas (que poseen 22 idiomas diferentes -no dialectos), los garífuna (pueblo afrodescendiente), los xinka (pueblo indígena, pero no maya), y el pueblo mestizo, también denominado “ladino”, el cual habla español. El país es multicultural. Guatemala vivió una guerra que duró 36 años, producto de la desigualdad e inequidad social. Después, se firmó la paz, y ahora se esfuerzan como país para reconstruir una nación en donde todos puedan respetarse y se brinde oportunidades para que todos puedan tener acceso en igualdad de condiciones a la salud y la educación, entre otros.
Pronto debo marcharme, pero antes, ellos me enseñan varios trucos para hacer malabares con las pelotas, y ¿saben qué? ¡Me regalan tres!, para que practique en el avión. Para ello, me enseñan esta canción:

6 pelotas malabaresQuiero la pe-pe
quiero la pe-pe,
quiero la pe-pe-lo-ta.
Para re-bo-bo
para re-bo-bo
para re-bo-bo-tarla.
Para ti-ti-ti
para ti-ti-ti
para ti-ti-tirarla.
//Pepe-pelota
Rebo-botarla
Titi-titi-tirarla. //

 

Me invitan a regresar y hacemos planes para el próximo viaje: nadar en las playas, visitar los pueblos del altiplano que son llenos de riqueza cultural, subir a un volcán y recorrer la ciudad capital que es muy moderna, en contraste con la hermosa ciudad de Antigua Guatemala que es una joya colonial.
Quedo con todo el deseo de volver, mientras nos dirigimos al aeropuerto para tomar el avión que me llevará a otro país.
Un abrazo, querido Juan. Este es el resumen de mi estadía en Guatemala.
¡Cómo deseo que pronto podamos reencontrarnos y realizar un viaje juntos!
Me despido en idioma maya kakchikel:
¡Quirí!
(Adiós)

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