URUGUAY

Escribe Mariana Ingold

 

Querido amigo, espero que estés tan bien como yo o más.

Luego de ese tiempo inolvidable en el Delta me vine para Uruguay hace unos días y no paro de hacer amigos. Aquí todos son como una gran familia. Quien no es primo, es tía o cuñado y aunque hay muchos apellidos distintos, parece como si todos los uruguayos fueran parientes. Me siento como en casa ya que me tratan de maravilla. Estoy aprendiendo tanto con esta travesía, amigo. Te contaré algunas cositas.

A diferencia de otros países, Uruguay no tiene un nombre propio aunque así lo llaman todos, pero en verdad es una porción o una banda de territorio al este que también se puede decir oriente del río Uruguay, por eso se le llama la Banda Oriental, como si fuera una banda de músicos. Aquí hay músicos por todos lados. Hay tantos que se dice que salen hasta de abajo de las baldosas. A los uruguayos se les llama orientales, como a los japoneses, chinos y otros de por allá, porque están al este u oriente de nosotros. Aunque podemos ir hacia Asia yendo hacia el oeste u occidente también. Hacia Asia, qué cómico, ¿no? Las palabras a veces son muy graciosas, otras veces un poco complicadas pero nos dan mucha información que necesitamos y es muy bueno ampliar el vocabulario.

Uruguay significa en lengua guaraní “río de los pájaros”, aunque hay otras versiones de su significado también como “río de los caracoles” y algún poeta lo llamó “río de los pájaros pintados”. En su territorio hay muchos ríos, arroyos, lagunas, el mar y el océano. Todos los límites de este pequeño país son de agua, menos algunos kilómetros en la frontera con Brasil, así que casi se podría decir que es una isla.

Crucé desde Argentina a Colonia del Sacramento en Uruguay, donde todavía es el Río de la Plata, que según dicen es el más ancho del mundo. Aquí dicen que es un río ancho como mar. Luego, más o menos por Montevideo que es la capital, se convierte de a poco en mar, con el agua a veces un poco salada. El color cambia a menudo dependiendo de si la corriente viene del océano o del río. A veces tiene franjas de distintos colores. El río a su vez, es pintado con los colores del río Paraná que es un poco marrón y el río Uruguay que es más azulado o verdoso.
En cuanto puse un pie en tierra firme, se me acercó un perro a darme la bienvenida. Ha estado conmigo desde entonces. No parece abandonado y no pude dar con algún posible “dueño”. Creo que pertenece a si mismo y se las ha arreglado bien hasta ahora. Es más, siento que es una especie de guía turístico que me vio cara de no saber nada de este hermoso pedazo de planeta y me quiere enseñar cómo es. El me muestra lugares, y me hace conocer gente. Incluso se las ha arreglado para que nos lleven en coche hasta la parte de Uruguay donde empieza el océano, porque a los ómnibus no dejan subir perros. Pero mismo así un chofer lo reconoció y nos dejó hacer parte del viaje en los asientos de adelante, viendo espléndidamente el paisaje y el camino. Todos los pasajeros estaban felices de ver a mi guía y amigo. Una señora me dijo que le llamaban San Perro y un señor a su lado agregó que también le conocen por San Can.
Parece que todo Uruguay sabe quién es.

En un momento dado, San Can decidió bajar, le lamió una mano al chofer en agradecimiento, y todos nos saludaron deseándonos lo mejor. Por alguna razón desconocida yo confiaba totalmente en las decisiones de mi peludo guía. Sentía que todo iba a estar bien si le seguía la corriente. Y así fue. No solo estuvo bien sino maravilloso. Nos acercamos a la costa, caminando por un sendero rodeado de flores amarillas, violetas, rosadas y hermosas mariposas. Parecía como si entráramos en un cuento. Llegamos a un bosque de pinos, acacias y cáctus que crecen en la arena. Subimos una pequeña duna y allí estaba, el mar. Qué sensación más hermosa cada vez que veo el mar. No había nadie en la playa y una brisa nos acariciaba dulcemente. Subimos a unas rocas con formas increíbles. Aprendí luego que son muy antiguas. Sudamérica estaba unida a Africa hace millones de años, según dicen. Si uno ve el mapamundi se da cuenta cómo encaja perfectamente una parte de aquí con otra de allá. Es como si hubiera un pedacito de Africa en las rocas que quedaron separadas al crearse el océano. Muchos de los animales africanos se parecen un poco a los de Sudamérica pero éstos son más pequeños. Por ejemplo, Uruguay tiene el ñandú (otra nombre guaraní) que es casi igual al enorme avestruz de Africa pero más chiquito. Ponen igual unos huevos enormes, como diez veces el tamaño de uno de gallina y sus pichones se llaman charabones.

Desde las rocas la vimos. Si, allí estaba ella, una ballena. Por primera vez en mi vida veía una, qué emoción tan grande.
Alguien me había comentado que las ballenas se quedan en las costas uruguayas desde junio a octubre, cuando se van más al sur. Estando fuera de ese período fue extraño encontrarnos con una. Es como si nos hubiera estado esperando para saludarnos antes de irse. Un encuentro mágico, inesperado para mi, pero tengo mis sospechas de que San Can sabía que ella estaría allí. Tal vez ya se conocen y son amigos. Tal vez ya tenían planeado el encuentro conmigo. Tal vez ya sabían que yo venía a Uruguay. Los animales se comunican telepáticamente y muchos humanos también. Yo sentía que este encuentro no era casual.

Estuvimos un rato largo sentados en las rocas, mi peludo amigo, yo y un biguá que se acercó a nosotros. Los biguás son pájaros generalmente negros en Uruguay, aunque he visto algunos más grises en otras partes. Les gusta el mar, los ríos, les da igual el agua dulce que salada. Se llaman cormoranes en todas partes, pero aquí muchos animales, todos los ríos y mucha vegetación autóctona tiene nombre en lengua guaraní.
Por eso aquí se llaman biguá. Tienen una forma muy particular de su cuello y abren sus grandes alas para secarlas al sol. Nadan, vuelan, caminan y bucean. ¡Qué envidia!

Los tres nos miramos y luego pusimos nuestra vista en la ballena que no paraba de hacer movimientos con su cola y enviar al aire un chorro muy alto de vapor. Estas son las que llamamos ballenas francas. No sé si las llaman así porque siempre dicen la verdad, ja.

En lugar de un chorro como hacen otras ballenas, éstas lo dividen en dos, formando una especie de V, por lo que es fácil saber que se trata de una ballena franca. De pronto, se arrimaron también unos lobos marinos que abundan en esta zona. Son preciosos, juguetones en el agua. Vienen de la Isla de Lobos a la costa. Esa isla es una de las mayores reservas de lobos marinos en el mundo.

Estaba rodeada de animales increíbles que parecían reconocerme, como si ya nos hubiéramos visto antes. Todo parecía un sueño, y hasta llegué a pensar que en cualquier momento me despertaría y estaría en mi cama en casa. A la vez me sentía como en casa. Este viaje me está mostrando que puedo sentirme así en cualquier sitio.
La ballena comenzó a alejarse y sentimos que ese era el momento de su partida hacia el sur de Argentina, para encontrarse con las demás. Pero de pronto, un pescador pasó cerquita nuestro cantando una canción que se me pegó, se me quedó grabada. Era obvio que el pescador y San Can ya se conocían ya que éste no paraba de mover la cola al verlo. Este perro es más famoso que Dios. Te escribo la letra de la canción. Estoy segura que si la canto frente a cualquier mar, esta ballena aparecerá.

Dice así:

 

La ballena
va llena de vos
va llena de mi
va llena de dios
va llena de azul
va llena de sol
va llena de sal
va llena de sur
va llena de ser
va llena de mar  

El pescador la repitió varias veces cuando vio que la ballena se alejaba y ésta increíblemente volvió cerca de la costa. Se conocen, pensé y esa canción es para llamarla. Ella a su vez emitía unos sonidos increíbles, que seguramente dentro del agua sonarían mucho más fuerte. Las ballenas cantan dentro del agua, se comunican a miles de kilómetros de distancia. No precisan teléfono ni internet. El sonido viaja mucho más rápido dentro del agua que por el aire.

Me puse a cantar la canción con él ya que me hizo un gesto como invitándome. San Can la cantó a su manera, aullando y mirando hacia el cielo, y el biguá nos acompañó con unos sonidos muy originales además del aleteo de sus enormes alas. De pronto, la ballena lanzó su chorro en forma de V, más grande que los anteriores, como si estuviera aplaudiéndonos, pegó un salto increíble y al caer hizo un estruendoso sonido en el mar que espantó a todas las gaviotas que estaban en él.
¡Qué más se podía pedir, todo aquello era de película! Nos dijo adiós y se fue. O tal vez nos dijo “hasta pronto”. La vimos alejarse, sabiendo que en el mar una amiga inmensa siempre estaría feliz de reencontrarse con nosotros. El pescador nos sonrió y siguió su camino. El biguá voló hacia
otras rocas donde había más de su especie y San Can y yo nos quedamos en silencio mirando el mar. Este encuentro cambió para siempre mi vida.

Te estoy escribiendo desde Cabo Polonio ahora, un sitio junto al mar donde hay un faro, pescadores, gente muy linda, músicos, artistas de todo tipo. Aquí no entran los coches. Hay que atravesar las dunas en unos vehículos adaptados para ello. Es un lugar precioso y me quedaré algunos días más hasta que decida cómo seguir el viaje. Los atardeceres y amaneceres son mágicos, y la música del Océano Atlántico me acompaña para que tome una buena decisión. Porque hay una parte de mi que quisiera quedarse aquí para siempre, con mi amigo peludo. Otra parte me dice que siga viaje, que nos encontraremos mágicamente de nuevo. Sé que él estará bien, todos lo aman y él ama a todos.

Le hice una canción a San Can y es tan feliz cuando se la canto, no para de mover la cola. Siento que vía telepatía, él me ayudó con la letra. Mejor dicho, estoy segura. Se llama Cantocán y aquí va:

“la cola se me mueve sola se me mueve sola
se mueve
no importa si hay sol o si llueve o si llueve con sol
solita se mueve

no hay cómo comparar mi suerte de tenerte cerca y quererte
tan simple amar y ser amado
para eso yo estoy tan bien preparado

por eso he venido al planeta a cargo de esta gran misión por eso estoy meta que meta hasta elevar la vibración
y hacer que todo el mundo ría y se abra al fin de corazón
y reine siempre la alegría”

Mi queridísimo amigo, te mando un abrazo inmenso, te llevo siempre en mi corazón y pronto te escribo desde algún otro hermoso rincón de América.

Ema

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