Puerto Rico

Escribe Tere Marichal Lugo

(Canto de las aves)

Querido Juan:

Espero que estés disfrutando mucho. ¡Al fin llegué a Puerto Rico, la isla del encanto! Cada vez que te escribo una carta me siento que te abrazo. Es curioso crear puentes de papel y de letras que nos unen y cada vez que te escribo pienso en los bosques y nuestros amigos los árboles que tanto nos brindan. Aquí hay grandes compositores y este año que viene van a celebran el centenario de un compositor muy querido: Amaury Veray. Una vez te canté una de sus canciones te copio unas letras a ver si te acuerdas del Villancico Yaucano:

Ya lo sabes Niño hermoso
soy del pueblo del café
por si quieres dos saquitos
también yo te los traeré.

Ahora me vas a acompañar a un viaje imaginario repleto de sonidos. Te llevaré a conocer un área de Puerto Rico que es mágica. Imagina que estás a mi lado caminando por las húmedas veredas que arropan esta isla esmeralda.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Isla mía
Isla inmensa
De montañas esmeraldas
En tus cuevas legendarias
Vive tu voz.
Voz de lluvia
Y Manantiales
Voz de fuego
Y Brisa de mar
Voz serena
Y de tormenta
Voz brillante
De ritmo tropical.

Este lugar mágico se llama la zona cársica del norte. Es uno de los recursos naturales más preciado de la isla y tiene cuevas, sumideros y mogotes… Imagínate que estás dentro de una cueva inmensa y puedes escuchar el sonido del agua y de las gotas cayendo. También hay bosques donde viven muchas aves y cuando llega el invierno las aves migratorias vienen a estos bosques. Ésta ha sido una visita inolvidable, me siento como una de esas aves migratorias que se detiene a descansar y cargar energías para seguir su viaje. He conocido esta isla a través del trabajo de protección ambiental que realizan diferentes grupos. Me uní a ellos porque es una forma muy amorosa y productiva de conocer otro lugar. Te voy a contar una historia que me hicieron mientras recogíamos desechos sólidos para proteger este hábitat. Pues me contaron que en Puerto Rico vive el lagartijo jardineo y la mariposa Arlequín. Escucha esta historia que comienza con el sonido de la brisa y el canto de las aves.

 “Aquella mañana olorosa a pomarrosas, el canto de los pájaros anunció, de forma festiva, la llegada de la primavera quien todos los años hacía su entrada triunfal por la costa norte de aquella isla caribeña.
La humedad del bosque invitaba a continuar disfrutando del sueño, pero el alegre trino de un ave fue despertando a todos los que vivían en el bosque.
—¡Muy buenos días, amigos, hay que madrugar! ¡Despierten dormilones, llegó la primavera! — anunciaba San Pedrito batiendo sus alas con rapidez.
—Gracias por avisarnos San Pedrito mañanero. Estoy preparado para darle una hermosa bienvenida a la colorida primavera, —contestó Anolis Pulchellus, el lagartijo jardinero quien ya estaba listo para comenzar el día.
—¡Muy Buenos días San Pedrito! —exclamó alegremente la mariposita Arlequín, la más colorida de aquel bosque que estaba cerca del acantilado de la costa. Aquella hermosísima mariposa, levanto sus alas y comenzó a cantar:
sanpedritoCuando llega la mañana
San Pedrito madrugador
Eleva sus linda alitas
Y saluda al brillante sol.

Viene la primavera
Nos llenará de verdor
Y en el bosque costero
Celebramos en cada rincón.

Extiendo mis alas
La luz me abraza
La suave brisa
Nos acompaña

Viene la primavera
Nos llenará de verdor
Y en el bosque costero
Celebramos en cada rincón

El bosque se preparaba para este gran acontecimiento y las orquestas de grillos y coquies ensayaban una hermosa melodía para recibir a la estación del año que a todos encantaba. Aquel hábitat estaba deslumbrante.
—Cuando la primavera vea como he diseñado este jardín va a quedar encantada. En aquella esquina están sembradas las bromelias y miramelindas; por allá los helechos y por supuesto, no podían faltar las orquídeas, por algo soy el lagartijo jardinero, —dijo Anolis Pulchellus con orgullo.
Diciendo esto, una bandeja de unicel (poliestireno expandido) pasó raspándole la cabeza y aterrizó justo en el medio de aquel pequeño jardín que Anolis había diseñado. Parecía una nave espacial porque estaba a medio envolver con papel de aluminio.
—¡Zummmmmmm!
—¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Sálvenme! ¿Qué será esa cosa tan rara? ¡Auxilio!, — gritó con terror Anolis.
Cuando la mariposa Arlequín escuchó los gritos de Anolis Pulchellus, abrió sus pintorescas alas y voló enseguida hacia su amigo.
—¿Qué sucede Anolis? ¿Por qué gritas?, — preguntó, revoloteando alrededor de su amigo.
—¡Mira eso! Llegó volando, — dijo Anolis mientras señalaba la bandeja de unicel.
San Pedrito también llegó rápidamente cuando escuchó los gritos de su amigo.
—Le llaman basura. Cuando los humanos terminan de usar algo que ya no quieren, lo arrojan. Esta mañana había una familia merendando aquí cerca, dijo el San Pedrito mientras batía sus alas sobre Anolis y la Mariposa Arlequín.
—¡Ahora mi hábitat está sucio y feo!, dijo Anolis con mucha tristeza.
—¡Cuidado, por ahí viene un humano!, dijo el San Pedrito batiendo sus alas con intensidad.

 Anolis Pulchellus sintió como la tierra era sacudida con las pisadas de aquel ser humano que llegaba. Anolis tembló porque tenía miedo.
Una mano tomó el plato de unicel y lo colocó en una bolsa, dejando el hábitat de Anolis Pulchellus limpio.
El San Pedrito voló sobre aquel ser humano que iba recogiendo los desechos que otros habían arrojado en aquel bosque, hogar de tantos seres vivientes. Más tarde regresó al jardín de Anolis y narró lo que había visto.
—Ella es nuestra amiga. Está limpiando. Nuestro bosque estará hermoso nuevamente, anunciaba el San Pedrito.
Anolis Pulchellus sintió paz. Su hábitat estaba limpio nuevamente y podía comenzar las tareas del día tal y como lo había planificado.
—Si todos los que visitaran este bosque fueran como nuestra amiga, todo sería diferente, — comentó Mariposa Arlequín mientras batía sus alas alegremente.
—El bosque estaría siempre limpio y hermoso. Estoy seguro de que es una jardinera como yo, le decía Anolis Pulchellus a los pequeños lagartijos que escuchaban la historia con mucho entusiasmo y asombro.
La primavera recorría aquellos bosques, valles y costas adornando cada esquina con sus vistosos colores. Todo renacía nuevamente y la suave brisa acariciaba los pétalos de las miramelindas que había sembrado Anolis, el lagartijo jardinero.

Siembra palabra
Siembra en la tierra
Este cuento
Semillas siembra
Semilla que crecerá si tú y tú y todos cuidamos nuestros bosques y llevamos a reciclar los desechos sólidos.
Siembra palabra
Siempre en la tierra
Este cuento
Semilla siembra”